Una historia precolombina fascinante
En los Andes Colombianos se forjó la leyenda que hizo soñar por siglos a los conquistadores europeos. Cuenta esta leyenda, que cada vez que se posesionaba un nuevo Cacique Muisca, se organizaba una gran ceremonia en el altiplano Cundiboyacense – en la Laguna de Guatavita- precisamente, unos kilómetros al norte de Bogotá. Con los primeros rayos del sol, los principales sacerdotes vestían de oro al predestinado Cacique, y subían juntos a una balsa de juncos al centro de la laguna sagrada, donde arrojaban Oro y Esmeraldas como ofrenda a los Dioses. Después, el pueblo Muisca bailaba, cantaba y tomaba chicha durante varios días.
Esta leyenda de El Dorado, fascinó a generaciones de exploradores españoles que no dejaron nunca de buscarlo.
Esta es “La Balsa Muisca”, una representación del ceremonial que está expuesta en el deslumbrante Museo del Oro de Bogotá – Colombia.
El legado de los pueblos precolombinos se puede apreciar en este imponente Museo de Bogotá.
ZIPAQUIRA Y LA SAL
Los Muiscas eran un grupo indígena que habitaban en el futuro territorio Colombiano. Gozaban de una organización y equilibrio social de prestigio entre los pueblos indígenas del norte de la cordillera de los Andes debido también a su posesión de los yacimientos de sal gema de Zipaquirá y Nemocón. Ya en tiempos remotos, los Muiscas habían desarrollado y perfeccionado un sistema para producir, comercializar y entregar con éxito su producto estrella: el pan de sal.
Desde aquella época y hasta antes de la revolución industrial, la sal representaba la riqueza hasta el punto de usarse el pan de sal como unidad monetaria en toda la región. A cambio de sal, recibían productos como mantas, frutos, piedras preciosas (Esmeraldas) y demás mercaderías de los lugares más remotos.
“Desde tiempos inmemorables hasta la entrada del imperio español los territorios que hoy componen el altiplano cundiboyacense colombiano estuvieron habitados por gente de sal, específicamente por pueblos de filiación Chibcha conocidos como Muiscas”.
La explotación de la sal continua en tiempos modernos en la mina de sal de Zipaquirá (la mayor reserva de roca-sal del mundo a pocos kilómetros al norte de Bogotá), pero además es un interesante punto turístico. La extracción de la sal ha dado paso a la Catedral de Sal de Zipaquirá, que es un recinto religioso y arquitectónico espectacular que se encuentra a 180 metros bajo tierra.
Los inmensos socavones de roca de sal con sugestivas iluminaciones, esculturas talladas en sal y atracciones con efectos particulares, fascinan diariamente a miles de personas.
Palacio de la Esmeralda tiene el honor de recibir a clientes y visitantes en este mágico lugar donde encontrarán joyería y esmeraldas colombianas exclusivas y garantizadas